Sunday, February 24, 2008

ADIÓS A DOS GRANDES

Hoy me pondré serio y un poco triste. Así es, Ibai Canales también tiene sentimientos, no sólo es una implacable máquina de producir burradas e insultar a la gente. Esta entrada será para rendir homenaje a dos personajes notables de las artes que han fallecido hace poco.

El primero en dejar este valle de lágrimas ha sido el gran Roy Scheider, actorazo de carácter, más conocido por su papel del Jefe Brody en "Tiburón", aunque yo siempre lo recordaré como "el sr. Cohen", de la estupenda "Cohen & Tate" (ya os hablé de esa película; si no habéis leído ese post, ¡arrepentíos!). Un mieloma múltiple dejó sin piloto al Trueno Azul.



El segundo ha sido el estupendo Steve Gerber. Gerber fue guionista de Marvel, DC e Image, y se caracteriza por ser uno de los primeros escritores combativos de cómic comercial. Aunque en su momento guionizó prácticamente cualquiera de las colecciones secundarias de las grandes empresas, su creación más famosa es y será siempre el Pato Howard, un pequeño cabrón que es un cruce entre Donald y Woody Allen pero en macarra. Gruñón, verborreíco y aficionado a los puros (más o menos, como el que esto escribe, pero con plumas), este personajillo compartía universo nada menos que con Spiderman y la Patrulla-X.

A mí, personalmente, el trabajo que más me gusta de Gerber es la miniserie "Cybernary", que escribió para Image, y que fue ilustrada por el alucinante y ahora también difunto Nick Manabat. Aún recuerdo las tardes de verano que pasaba babeando ante las imágenes barrocas de cyborgs con cuernos y ametralladoras antiaéreas injertadas. Cuán bello es ser un crío cuando tienes cómics cyberpunkarras escritos por individuos como éste.

Gerber murió de fibrosis pulmonar, pero lo hizo en Las Vegas, como los hombres de verdad.

Thursday, February 21, 2008

¿DESEA SABER MÁS?

¡Ayude a la Federación a matar bichos, y...! No, es broma, sólo estaba imitando al locutor de "Starship Troopers". Si no habéis visto esa película, ya tardáis (que, por cierto, debe de ser una de las pocas historias que mejoran al adaptarse a película, porque la novela original de Heinlein debe ser una patochada militarista y fascistoide de no te menees).

Bueno, a lo que íbamos. Entre las últimas noticias autobomberas que he de dar al mundo, primero decir que he sido, junto con mis buenos amigos David Zabala y Paul Urkijo, uno de los pocos privilegiados de ver en un pase especial "Los Cronocrímenes", la ópera prima de Nacho "The Vigaleitor" Vigalondo. Una historia de (como díría "Ato" Cabrilla) caos cuántico, que arranca carcajadas y escalofríos a partes iguales.




Vigalondo, por su parte, no sólo es un estupendo director, también es un tío "putamadre", como pudimos comprobar todos los que asistimos a la charlita que, al día siguiente del estreno, dieron en BBAA él y el sin par Karra "Karrussell" Elejalde. Altamente recomendable ir al estreno oficial, que será dentro de un par de meses, si no recuerdo mal. Si no asistís por ayudar a un cine español (o vasco-cántabro, en este caso) que apuesta por el género fantástico, las historias originales e ingeniosas y una ausencia total de cocinas, travestis y actores lamentables, asistid por hacerle un favor a Nacho, que es majo, hombre.

Wednesday, February 06, 2008

ALMA DE TORERO


Bueno, para ser francos, siempre supe que lo mío no era estudiar. Me iba bastante mal con los exámenes, no sé si me explico... Así que cuando cumplí los dieciséis, me largué del instituto y acabé currando de agente de seguridad en el metro. No me iba mal, excepto por las palizas que recibía regularmente por parte de hordas de borrachos cada sábado por la noche. Así que me apunté a un gimnasio para aprender defensa personal. Me metí a hacer algo que llaman Wing-Tsun, una especie de kung-fu exótico. Estuve dos semanas, el profesor me rompió la nariz durante una demostración y lo dejé. Aún así, aprendí un par de cosas que esperaba me fueran de utilidad. A los dos días, un borracho me amenazó con una botella rota. Yo adopté mi muy bien estudiada guardia de Wing-Tsun, con los antebrazos extendidos formando una cuña, y recibí un tajo en la muñeca que me costó varios litros de sangre. Bien mirado, debió ser bastante ridículo caer de rodillas y chillar como una nena mientras el borracho aquél se reía.
Las artes marciales son una puta mierda.
Así que, ¿qué hacer cuando quieres formar parte de un cuerpo armado que inspire miedo en vez de risa? Pues te metes a policía.
Lo intenté, la cagué en las pruebas de admisión (aprendí que fumar doce Ducados diarios no ayuda a correr largas distancias) y acabé de guardaespaldas en una empresa privada. Es lo que solemos hacer los que somos demasiado inútiles para disparar por el bien público: disparar por el bien privado.

Me movían de aquí para allá: un famosillo que quiere que espantemos a los paparazzi, un banquero con complejo de mártir... Generalmente era bastante fácil. Ni siquiera tenía que llevar pistola. De ahí que me extrañara la petición de la estrella de la canción pop David Beroy, el autor del Mega-Hit del verano "Alma de Torero", de que todos sus escoltas llevasen al menos un arma de fuego encima. Y de gran calibre.
Bueno, me dije yo, tendrá un complejo de mártir especialmente grande. Así que nos destinaron a Choni y a mí a vigilar el culo del tal Beroy. Personalmente, no me gusta su música. Prefiero una buena sesión de progressive valenciano, aunque bueno... eso no viene al caso.
Resultó que el tal Beroy ya contaba con un guardaespaldas propio, un tal Valls. Bueno, yo no soy ningún experto, ¿vale? pero aquel tío era ex-militar o algo así, fijo. Lo veías por su manera de estar de pies. Talones juntos, barbilla alzada. Daba miedo, el jodido. Aunque en aquél momento, yo no tenía miedo de nada. Era la primera vez que me daban una pistola, y además era de las grandes. No se qué del desierto, como la del Van Damme en aquella peli de soldados robots. Es igual, me acuerdo porque Choni me dijo que era la que usaban los judíos para matar palestinos. Sé que era de las gordas porque la había probado en la galería antes de venir. Vaya coces daba...

Quedamos con Beroy y el tal Valls en la suite que tenían en el Carlton, hicimos las presentaciones, y todos quedamos que te cagas de bien con nuestros trajes negros y las gafas de sol. No solemos usarlos, pero en eso también insistió el Beroy. Debíamos asustar, decía. Luego, nos explicó que estaba amenazado de muerte. Había gente tras él, decía. Gente muy importante que quería matarle, y hacerle cosas aún peores. Yo, por aquél entonces, no podía imaginarme nada peor que la muerte. Pero claro, aquello era antes.
Como fuera, Beroy estaba acojonado. Mientras nos contaba la situación, bebía ginebra como para tumbar a un buey, más las pastillas que se tragó antes de irse a sobar. Una vez que la estrella se metió en la cama, me tocó a mí hacer el primer turno, sentado en una sillita ridícula junto a la puerta. No pasó nada, que era exactamente lo que yo esperaba que pasara, así que saqué el móvil y me puse a jugar al "Tetris". En un momento dado, se me cayó el móvil, supongo que porque me estaba quedando dormido. Cuando me agaché a recogerlo, me fijé en algo muy raro.
Había una línea de algún tipo de polvo blanco que iba desde un marco de la puerta al otro. ¿Cocaína?
Recogí un poco con un dedo y lo probé. Sal.
¿Sal? pues sí, era sal. En aquel momento me vino algo a la mente, algo que había oído en alguna parte acerca de la sal en un umbral. Pero claro, el sueño tiraba de mí por un lado y el "Tetris" por el otro. No le di mayor importancia y seguí medio jugando medio durmiendo hasta que Valls salió a relevarme.

Al día siguiente, escoltamos a Beroy hasta la parroquia de San Pancracio. Me resultó curioso que un tío como el tal Beroy, aficionado a follarse a las groupies por docenas tras cada concierto ( a pesar de estar saliendo con una supermodelo que te cagas) fuese de misa diaria. Nos apostamos en torno al confesionario mientras el tipo hablaba con el cura. Al de cinco minutos, salió y volvimos al hotel. Parecía que el día iba a acabar sin incidencias, hasta que salimos del ascensor. Andábamos tranquilamente en dirección a la suite, cuando Valls, que iba en cabeza, se quedó tieso donde estaba. Levantó la mano izquierda y todos nos quedamos paralizados.
-¿Qué pasa? -preguntó Beroy, haciéndose, de pronto, pequeño dentro de su camisa blanca ceñida.
Valls puso un dedo delante de la boca. Señaló a Choni con dos dedos, y luego con uno al ascensor. El mensaje estaba claro. Beroy volvió a entrar, con Choni y su 38 escoltándole. Entonces, vi por qué el tal Valls llevaba abrigo largo en pleno Junio: se lo abrió y sacó una H&K, modelo MP5K. Para los que no sepan de qué hablo, es el subfusil estándar de casi todos los cuerpos de policía del mundo. Una metralleta que flipas, vamos. La reconozco por el videojuego aquel del tipo con gafas que mataba marcianos.





-Está todo rojo -le oí decir, mientras le quitaba el seguro.
Yo ya había desenfundado, cuando él empezó a hacer... algo raro, la verdad. Miraba las paredes. Parecía que veía algo que yo no veía. Seguía algo con la mirada. Giró lentamente sobre sí mismo, con la H&K en alto, y me apuntó directamente al pecho. Yo me quedé helado donde estaba.
-No te asustes -me dijo, justo cuando empezaba a hacer eso mismo.
-¿Qué? -pregunté yo.
-No tengas miedo. Si lo ven, estás jodido.
Estaba preparado para volver a preguntar qué cuando algo crujió a mi espalda. Me volví para ver... era como el sonido de la casa cuando hace mucho viento. Las vigas se movían, o algo así.
Crujido.
-No te muevas -ordenó Valls-. Lo tienes justo detrás.
Por alguna razón, yo le hice caso. No sabía qué cojones pasaba allí, pero algo me decía que Valls tenía bastante experiencia en aquello. Eso esperaba, porque yo, lo que era yo, ni puta idea.
-Cuando yo te lo diga... -empezó Valls, muy, muy tranquilo.
Otro crujido. Y luego, otro sonido. Eso no lo había oído en mi vida, en serio. Era como... lo que más se le acerca es el queso fundiéndose en una sartén, pero ni eso. Entonces, empecé a tener miedo.
-Tranquilo -repitió Valls, como si me leyese el pensamiento.
Algo chasquéo contra la pared. Algo afilado.
Noté sudor en el pecho de la camisa.
-¡Abajo! -gritó Valls, y antes de que acabara de hacerlo, yo ya rodaba por el suelo. Me llovieron casquillos del nueve sobre la cabeza cuando Valls vació el cargador contra la pared. Qué flipante, amigos.
Y oí un grito.
Bueno, no era un grito, era más bien como un aullido, como un gato enorme cuando le pisas la cola. Aunque a juzgar por aquel ruido, debían de haberle pisado la cola con una apisonadora, ja, ja.
Sí, bueno, ahora me río, pero entonces estaba apunto de ensuciarme los pantalones del traje. Es la hostia, te pasas la vida convencido de que sabrás qué hacer en una situación violenta, y de repente te ponen una metralleta en la cara o te ataca un borracho loco con una botella rota y a la mierda, se te olvida todo. Sólo piensas en a) echar a correr para evitar que te maten o b) hacerte una bola en el suelo y esperar a que todo pase cuanto antes. Yo hice esto último.
-¡Levanta, idiota! -oí gritar a Valls, con los sonidos del subfusil en plena recarga de fondo.
Me agarró por el cuello de la chaqueta y me puso de pie. Era más fuerte de lo que parecía.
-Si te dejas dominar por el pánico, la has cagado - gruñó, mientras seguía otro rastro invisible con el cañón del arma. Yo recogí la mía y traté de aparentar que lo tenía todo bajo control.
-¿Qué pasa? ¿quiénes son?
-Luego te lo cuento -respondió, y soltó una ráfaga contra la pared. Se abrieron cuatro agujeros perfectos, y lo último que esperaba que pasase, pasó.
Salió sangre de los agujeros.
-Hostia puta, tú... -dije, y creo que se me cayó la baba.
-¡Chúpate esa!
Algo gritó otra vez. No era un ser humano, por supuesto. Los seres humanos no viajan a través de las paredes, ¿no?
-Sólo hay uno -me dijo Valls, sin apartar la vista de la pared sangrante-. Sacadle de aquí, yo me encargo.
Yo tardé como dos segundos en espabilar.
-¿Un... un qué?
-¡Mueve el culo, atontado! -y me dio un empujón con la mano libre en dirección al ascensor. En circunstancias normales, aquello habría sido bastante como para que yo odiase al tal Valls por el resto de mi/su vida, pero, qué coño, estaba muerto de miedo. Entré en el ascensor, donde Choni y Beroy se apretaban contra la pared, y blandían el revólver de Choni como si fuese un crucifijo frente a un vampiro.
Y, bueno, a lo mejor era un vampiro.
Apreté el botón del vestíbulo y las puertas se cerraron, justo cuando la pared empezaba a hincharse hacia Valls, como una ampolla enorme.

Anduvimos a toda leche por el vestíbulo, con Choni agarrando a Beroy con una mano, y a su 38 con la otra. El gerente saltó de detrás del mostrador como si fuese Indiana Jones.
-Esperen, tiene que pagar por...
-¡Atrás, hijoputa! -le dije yo, poniéndole la nosequé del desierto en la cara.
Aquello me tranquilizó, no se por qué, así que me atreví a hablarle directamente a Beroy sobre el asunto.

-¿Qué pasa aquí, Beroy? -le pregunté, mientras abría la puerta del vestíbulo con la mano libre.
-Luego te lo explico, ¿eh, campeón? -respondió, con ese tono de voz falsete que tan de mala hostia me ponía.
-Mejor ahora, campeón -terció Choni, empujándole al asiento trasero del Mercedes.
Choni se sentó junto a él, así que no me costó mucho deducir que el volante era para mí.
-Jo, es que... es un poco complicadillo, ¿sabéis? -dijo Beroy, mientras yo arrancaba el coche. Miré nervioso hacia la puerta del hotel. ¿Y si Valls no salía? ¿y si aparecía una ampolla asesina gigante en su lugar?
¿Cuándo había empezado yo a hacerme preguntas como ésa?
-¿Le esperamos? -pregunté yo. Lo siento, Valls, tío, pero quería largarme.
-No, campeón, vamos a la iglesia, ¿O.K.? -respondió él- ya tenemos el procedimiento planeado, en casos como éste...
Dios, si no hubiese sido el tío al que nos pagaban para mantener con vida, le hubiese pegado un tiro allí mismo.
Pero bueno, también me alegré de poder pisar a fondo y dejar aquella cosa atrás.

-Vale -Choni había empezado a mascar chicle de menta otra vez. Eso es que estaba nervioso-. Ya hemos salido. Ahora, explícanos qué era eso del hotel.
-Uy, ¿ya no me tratas de usted? qué poco formal, campeón...
Recuerdo haber pensado: "joder, yo lo mato". O a lo mejor lo dije en voz alta, porque miró de forma rara al asiento del conductor.
-Venga, menos paridas -le cortó Choni-. Eso no era un asesino de la mafia, ¿no?
Beroy soltó una especie de mugido bajo, mientras pensaba qué decir exactamente.
-Pues no, mira -respondió por fin-. Eso era... ¿cómo decirlo?
-Un puto poltergeist -dijo Choni, y yo no sabía qué coño era eso.
-Pues mira, machote, no vas mal.
Choni me miró como si yo supiese de qué estaban hablando.
-¿Tú has oído a este notas? -me preguntó Choni.
-Eh, a mí dejadme en paz que estoy conduciendo... -dije yo.
-A ver, a ver -Choni hablaba de nuevo con Beroy-. Lo del poltergeist era coña, lo sabes, ¿no?
Beroy se echó la melena teñida de rubio playero hacia atrás y suspiró.
-Verás, majete -dijo-. No hay sólo un universo, ¿entiendes?
Me alegré de que la pregunta se la hicieran a Choni y no a mí.
Choni dijo que sí.
-Está éste universo, y luego está el universo inmaterial, ¿sabes? -continuó Beroy. Yo preferí fijar la vista en la carretera. Con aquella oscuridad, lo mismo nos dábamos una...
¿Oscuridad?
-En el universo inmaterial también hay vida, aunque no como la entendemos nosotros.
-No sé si te sigo, la verdad... -murmuró Choni.
-Verás campeón -aclaró Beroy-. Todo lo que soñamos, todo lo que pensamos, o tememos, o deseamos, es real en el universo inmaterial. Es como, ¿sabes? es como un mar enorme, y nuestras mentes flotan ahí, pero no pueden hundirse en él del todo, porque nuestros cuerpos nos atan al universo material...
Choni gruñó. ¿De dónde cojones había salido aquella oscuridad?
-Choni, ¿qué hora es? -pregunté yo.
-Las tres y media -respondió-. Tu estás hablando del Cielo, tío. De la vida después del cuerpo y todo eso...
-No, machote -dijo Beroy-. Olvida el Cielo y el Infierno, eso son, o sea, son como mentiras que te cuentan para que puedas asimilar las cosas. Y para poder, como, engañarte, ¿sabes?
-¿De la tarde o de la mañana, Choni?
-De la tarde, claro -y luego a Beroy-. ¿Esa cosa era de allí? ¿del universo inmaterial?
-Sí -respondió Beroy, después de un mugido.
-¿Y por qué iba a por ti, si se puede saber?
-Porque yo les pedí un favor a unas presencias que vivían allí -contestó Beroy-. Les pedí que, o sea, como que me inspiraran para componer una canción, ¿sabes? Porque ellos pueden hacer eso.

-Hiciste un trato con el Demonio, cabrón... -oí decir a Choni, y de repente, todo lo incomprensible tuvo sentido dentro de mi cabeza.
Miedo. Empecé a tener miedo. Yo no creía en el diablo, no desde que la religión se convirtió en enemiga directa de la masturbación, pero creía en lo que había visto. Y oído.
-Sí, bueno -dijo Beroy-, así suena como muy basto, ¿no? Ellos me dijeron que, a cambio, me iría con ellos cuando dejase el mundo material.
-Les vendiste tu alma por una puta canción... -concluyó Choni, y rió. Aquello me asustó aún mas.
-Por una canción, no. Por "Alma de Torero" -dijo Beroy. Si no hubiera estado cagándome de miedo, le hubiese dado un puñetazo en aquella naricilla operada.
-Yo sólo digo... -empecé yo, pero Choni me interrumpió.
-Espera, hombre. O sea que invocaste a un demonio, o a Satanás, o como se llame, ¿y le vendiste tu alma?
-Dijo que se llamaba Abadón -aclaró Beroy-. Y me dijo, o sea, como que me iba a ayudar a componer el éxito de mi vida, ¿sabes?
Beroy volvió a mugir, y dijo:
-Pero luego, me dio como muy mal rollito darle mi alma a nadie, y ahora Abadón está como un pelín mosqueado, ¿sabes?
-Tíos, ¿puedo hablar? -intenté de nuevo.
-Ahora no, esto es importante. ¿Por eso vamos a la iglesia? porque ahí no pueden entrar, ¿no?
-Los seres inmateriales tiene reglas, campeón -explicó Beroy-. Son muy poderosos, ¿sabes? pero también están como muy limitados. Tampoco pueden cruzar un umbral en el que haya sal, ¿sabes?
Ah, la sal. Pero yo tenía algo más importante en mente.
-Yo quiero decir algo importante, ¿eh? -dije.
-Vale, joder, ¿qué quieres? -estaba empezando a pensar que Choni no me consideraba muy inteligente.
-¿Por qué es de noche si sólo son las tres y media?
No pude ver a Choni ni a Beroy, porque tenía la vista fija en la cosa negra y plana en la que se había convertido el mundo, pero supe que se habían quedado rígidos.
-Uy, mal rollo -dijo Beroy al fin-. Estamos en una zona de antirrealidad.
-¿En una qué? -preguntamos Choni y yo al unísono.
-Eso también es como complicadillo... Pueden controlar la realidad. Creo que el mundo físico lo hicieron ellos, ¿sabéis?
-Pues lo mejor será que... ¡coño!
Choni soltó un graznido de asco y arrojó su 38 sobre el asiento, al tiempo que se apretaba contra Beroy.
-¿Qué pasa? -pregunté yo, atentó a la carretera por si la línea discontínua volvía aparecer mágicamente.
-¡Mi pistola, tío! -chilló Choni. Nunca le había visto ponerse tan histérico- ¿Qué, qué cojones le pasa a mi pistola?
-¿De qué ha...?
Un chillido agudo y animal me interrumpió. Y luego uno parecido al que escuché a mi espalda en el hotel. Me atreví a mirar hacia atrás, y vi la pistola de Choni... o lo que había sido la pistola de Choni. Estaba cambiando. Parecía que estaba... ¿cómo se dice? evolucionando.



-Eso es lo que pasa cuando quieren entrar en este universo, ¿sabes? -le dijo Beroy. ¿Cómo hacía para estar tan tranquilo?- Pasan a través de las cosas.
Aquello me pareció bastante como explicación. En cuanto vi que el cañón cromado criaba unos dientes minúsculos, desenfundé mi pistola y volé aquella cosa de las pelotas en un millón de pedazos. Casi me quedé sordo, pero qué satisfacción, amigos.
-A tomar por culo -sentencié.
-¡Ten cuidado, animal! -a Choni no se le había pasado la histeria- ¡casi me sacas un ojo, joder!
Le solté un "bah" y seguí conduciendo. Había conseguido dominar el miedo bastante bien. Ahora que lo pienso, debía de estar en una especie de shock, si no, no se explica que casi no parpadeara cuando vi un muro de ladrillos aparecer delante de nosotros.
Pegué un frenazo, y casi me dejo un empaste en el salpicadero.
-¿Qué coño pasa ahora? -gritó Choni.
-Mira eso -respondí yo, señalando el muro frente a nosotros.
Choni se asomó la cabeza entre los dos asientos delanteros.
-Joder -dijo- ¿de dónde ha salido eso?
-A lo mejor lo han construido esta mañana... -dije yo
-No seas cazurro, ¿quién va a construir un muro de ladrillos en mitad de una carretera?
-Uy, esto no mola nada, ¿eh? -intervino Beroy- Nunca había visto que pudiesen deformar la realidad así.
-Busca otro camino -ordenó Choni, y yo di marcha atrás y salí por una bocacalle que rodeaba la manzana. Mientras viajábamos, nos encontramos con que el mundo a nuestro alrededor seguía existiendo, pero era como... a ver cómo lo explico. Es como cuando tienes una pesadilla acerca de algún sitio que conoces, ¿vale? y ese sitio siempre aparece como oscuro y desolado. Hay un montón de rincones oscuros que normalmente no están ahí, en los que se esconden los monstruos y a saber qué más. Así era la ciudad ahora. Era una silueta negra sobre un cielo como de alba. No había luces, pero, por alguna razón, podíamos verlo todo. Cada ventana negra, cada edificio muerto.
-Sí mola bastante poco -añadió Choni, y yo casi me eché a reír- ¿Dónde estamos ahora? -preguntó, mirando el entorno con nerviosismo- ¿dónde está eso de la antirrealidad, exactamente?
-Uf, tendrías que leerte alguno de los libros de mi tía para entenderlo, ¿sabes? -respondió Beroy- Así aprendí yo.
-Tío, a ver si nos das una respuesta decente alguna vez, ¿no? -dije yo.
Al salir de la bocacalle, nos encontramos con otro muro de ladrillos. Nos habían aislado. Me jode admitirlo, pero empezaba a asustarme. Se puede disparar contra un hijoputa loco que te ataca con un cuchillo, y si conoces algún arte marcial que no sea un engañabobos, a lo mejor hasta puedes darle una paliza. ¿Pero cómo coño luchas contra algo que puede cambiar el mundo cuando le apetezca? ¿a quién le disparas?
-Mierda -gruñí.
-Tranquilo -dijo inmediatamente Choni. Había recuperado la compostura-. Seguimos a pie.
-No me parece una idea muy guay, campeón -dijo Beroy-. No sabemos qué puede haber ahí fuera.
-Pues yo aquí no me quedo -replicó Choni, y a mí me pareció bien-. Si nos quedamos sentados esperando, fijo que nos lanzan algo.
-A mí, puta gracia que me hace pasearme por este sitio -dije yo-, pero Choni tiene razón. Si no llegamos a la iglesia, estamos jodidos.
Beroy suspiró y se colocó la melena platino tras la orejas.
-Bueno, pero quedaos cerca de mí, ¿eh, machotes?

Salimos del Mercedes, y, en efecto, aquél sitio estaba muerto. Parecía muerto. Ventanas sin luz, edificios de diez metros sin rastro de vida. La materia de la que estaba hecho todo parecía asfalto, negro y húmedo. Anduvimos durante un buen rato, pero la calle parecía no acabar nunca. A mí me dio la impresión de que algunos coches estaban repetidos, como para hacer bulto y alargarla aún más.
-Tío, me estoy cagando encima -me susurró Choni, en un momento en el que Beroy no escuchaba.
-Estáte tranquilo, Choni -le dije yo, amartillando el pistolón, pero lo cierto es que yo tenía el gusanillo del miedo en el estómago desde hacía rato.
-Esto no va bien, chicos -nos interrumpió Beroy- Según el mapa, la calle Alba Dorada tenía que estar ahí enfrente.
Y señaló un supermercado desierto con el mapa enrollado.
-¿Y qué hacemos? -pregunté yo, pero quería gritarlo en vez de preguntarlo.
Quería gritar, gritar, gritar. Pero sabía que si empezaba, no pararía nunca.
-Pues... -empezó Beroy, y mugió por enésima vez.
Algo golpeó un contenedor de basura detrás de nosotros, y me volví con la pistola en alto. Casi se me sale el corazón por la puta boca, en serio.
Pero no era ningún monstruo, o fantasma o lo que coño fueran aquellas cosas. Era Valls, apoyándose contra el contenedor con la mano libre. Con la otra se taponaba una herida en el vientre.
-¡Valls, tío! -yo estaba genuinamente contento de verle. Era el más duro de todos nosotros. Si alguien sabía cómo salir de allí, ése era él.
Corrimos hacia él y le sujetamos entre los tres. Estaba débil, había perdido mucha sangre.
-¿Cómo estás, campeón? -le preguntó Beroy.
-Mal, jefe -respondió el-. Me veo blanco... eso no puede ser bueno.
-¿De qué habla? -le pregunté a Beroy, recordando que Valls había dicho algo de verlo todo rojo en el hotel.
-Valls ve las auras Kirlian -respondió él.
-Ah -dije yo, sujetando a Valls por un hombro.
-Las auras son las luces que emiten todos los seres vivos -explicó Choni.
-Ah -repetí yo.
-Desde que cumplí los quince -añadió, Valls.
-Ah, vale.
Entonces me fijé en que Choni se quedaba al margen, junto al contenedor de basura. Parecía como si no quisiera tocar a Valls.
-¿Qué pasa, Choni? -pregunté yo. El hormigueo del miedo otra vez- ¿no ayudas?
-¿Cómo nos ha encontrado tan rápido? -preguntó Choni a su vez, apuntando a Valls con un dedo tembloroso- Hemos tardado diez minutos en llegar hasta aquí en coche. ¿Cómo nos ha encontrado?
-Joder, Choni, no seas paranoico...
-Tiene razón -gruñó Valls-. No sé cómo he llegado hasta aquí. Salí corriendo del hotel, y entonces...
Antes de que pudiera acabar la frase, se dobló sobre sí mismo y lanzó un grito. Lo hizo tan violentamente que tuvimos que soltarle. Cayó de rodillas en el asfalto, cogiéndose el vientre con ambas manos.
-¡Mierda! -gritaba, y yo vi que estaba llorando.
Y entonces, explotó.
No hay otra forma de decirlo. Explotó. Como un globo de agua lleno de pintura roja cuando lo tiras desde un quinto piso. Se hinchó durante un momento y bum, adiós, Valls.
Hizo un ruido de la hostia. Yo me caí de culo. Y lo peor, amigos, vino cuando me levanté. Creo que durante un momento me volví loco. O eso, o me desmayé, no lo tengo muy claro. Sólo sé que vi cómo la sangre de Valls se deslizaba sobre la carretera y se arremolinaba en un punto exacto sobre la línea discontínua.
Y en ese momento, yo tuve la sensación más rara de mi vida. Fue como si mi cerebro se hinchase y tratase de salirse de mi cabeza por los ojos, por las orejas, por cualquier sitio. Todo aquello era demasiado irreal, así que dejé de ver y oír durante un segundo, menos de un segundo. Sólo fue por eso por lo que no me caí de culo otra vez.
Cuando recuperé el sentido, o la cordura, o lo que fuese, la sangre seguía fluyendo. Ahora, se elevaba en el aire, en hebras, como si gotease hacia el cielo.
Se unieron formando una bola de sangre húmeda, y luego la bola cambió y se transformó en un torso. Le salieron pectorales, abdominales, de todo.
-Hostia puta -murmuró Choni.
-¿Tú lo ves también? -le pregunté yo, y para rematar, me sentí estúpido.
Beroy mugió.
-Mejor nos vamos, campeones -dijo.
Al torso se le unieron unas piernas de sangre.
-¡Qué es? -pregunté de nuevo, acercándome a aquello. No lo podía evitar, el "viaje" me había dejado como anestesiado. Quería ver lo que salía de allí.
-¿Estás tonto? -la mano de Choni en mi hombro me sacó de mi ensueño- ¡no te acerques!
-Chavalotes -Beroy estaba a un universo de distancia. Y a lo mejor de verdad-, en serio, mejor nos vamos.
Oí sus pasos en el asfalto, retrocediendo a toda leche, mientras yo levantaba la pistola y apuntaba a aquella cosa.
Un par de brazos se le coagularon en los hombros.
-Deja eso y vámonos, tío -Choni casi suplicaba.
Cogí al pistola con ambas manos, fijé la mirilla en el pecho rojo y brillante y disparé. Una buena coz, un ser humano hubiera muerto al instante.
Un agujero del tamaño de un puño se abrió en el torso a medio hacer.
Volvió a cerrarse.
-¡A tomar por culo! -aunque no dejaba de apuntar a aquella cosa, podía imaginarme a Choni poniendo ojos de huevo.
Y dijo:
-¡Me largo, joder!
Y oí sus pasos alejarse corriendo. Luego, otros se le unieron. Beroy, supongo.Yo debería haberles imitado, pero...
Bueno, supongo que quería ver qué era aquello en realidad.
Aunque supe que no serviría de nada, volví a disparar. Una, dos, tres veces.
Cada vez, un agujero se abría y se volvía a cerrar. Un brazo resultó arrancado por un impacto directo en el hombro. Otro creció en su lugar.
Al final, la pistola sólo emitía chasquidos. La dejé caer.
Sí, si hubo algún momento en el que debí haber echado a correr, fue aquél, lo admito. Cuando la cabeza aún no se había formado, cuando los tendones de sangre se enlazaban en torno a una columna vertebral roja y goteante.
Pero me quedé allí, de pie. Porque quería ver. Quería saber. La verdad, sentí que nunca volvería a tener una oportunidad como aquella. En una vida estúpida, aburrida, sin sentido, llena de fracasos y de cosas a medio hacer, aquello era... lo más. Sencillamente. Estaba mirando a los ojos a lo desconocido. Al Más Allá.
Y era precioso verlo.
La cabeza surgió, formada por un millón de filamentos de sangre. Un coágulo se convirtió en un mandíbula afilada. Crió algo en el cráneo que parecían cuernos, pero se unieron con la espalda y acabaron pareciendo tentáculos.
Abrió los ojos, y eran del color del pus.
-Hola -dijo.
Me lo pensé un momento. ¿Qué se le dice a un... a eso? ¿Tenía que tratarle de usted?
Al final, dije:
-Hola.
-Ya sabes lo que busco -dijo. Tenía una voz suave y cultivada-. Dámelo y me olvidaré de que existes.
-Beroy acaba de irse, tío.
Cerró los ojos. Creo que estaba meditando, o algo.
-¿A la iglesia? -preguntó.
-No te lo puedo decir -me sentía como un crío que ha hecho algo malo delante del maestro.
Sonrió. Sus dientes eran astillas de hueso.
-Puedes, pero no quieres.
Tragué saliva. Apreté los puños.
-¿Voy a tener que obligarte? -preguntó, sin dejar de sonreír.
-Inténtalo, monstruo de mierda -dije.
Y pensé: mierda, me ha salido voz de pito.
La sonrisa desapareció.
Y yo desperté en el suelo.
Levanté la cabeza para ver qué coño había pasado, y un dolor horrible me sacudió en el pecho.
Costillas rotas, seguro.
Giré sobre mí mismo, clavé una rodilla en el suelo y me levanté. El dolor me estaba matando, pero lo conseguí.
El bicho estaba ahí, de pie, como si no hubiera pasado nada.
Tenía mi paquete de Ducados en la mano. Sacó uno y lo encendió con una llama que prendió en su índice.
-Dímelo para que me vaya ya -dijo-. Odio ser físico.
Yo separé los pies y con un esfuerzo tremendo, extendí los brazos hasta formar una cuña frente a mí.
El engendro sonrió otra vez.
-Wing-Tsun -dijo.

Bueno, eso es lo que pasó. Eso fue antes, y esto es ahora. Vosotros queríais saber la historia de cómo me enrolé en este ejército, ¿no? Pues ya está. Abadón me hizo pedazos en combate singular y acabé aquí. No se por qué, esperaba encontrarme a Valls, pero supongo que él se fue a otra parte. Al sitio brillante, como lo llaman aquí. Pero no puedo decir que lo sienta, ¿sabéis? Ahora me siento parte de algo. Tengo mi sitio aquí, que es algo que no puedo decir de mi vida anterior. Y supongo que el que me envíen a cepillarme a mi antiguo colega Choni y a ese mamón de Beroy debería preocuparme, pero qué va. Sobre todo en el caso de Beroy. Al fin y al cabo, ellos me abandonaron, ¿no? Vale, es una excusa un poco tonta, pero ¡qué coño! El jefe manda y yo obedezco. Es lo justo, según dicen. Me derrotó en combate y ahora tengo que servirle. Es exactamente lo mismo que hacía cuando estaba vivo, pero esta vez con un propósito de verdad, de los importantes. Además, tengo unas ideas geniales sobre qué hacer cuando pillemos a Beroy otra vez. Me encarnaré en el colágeno de sus carrillos y excavaré hacia dentro y le comeré el cerebro.
Será cojonudo, ya veréis.






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Ya estoy aquí otra vez, después de lidiar con los exámenes de Febrero (y espero que los últimos que tenga que hacer en toda mi larga y productiva existencia) y con una alarmante falta de conectividad en casa (escribo esto desde un acogedor locutorio andino cerca de la mundialmente famosa Cuesta de los Borrachos de Portugalete).





Para compensar, os traigo programa doble. Lo primero:




¡COMICS! Sí, la última vez prometí que os recomendaría una buena lista de cómics para vuestra malsana colección. Allá van:



"The Forty-Niners": ¿Qué hay que decir? Es Alan Moore. Como bien dice la señorita Mokashines (visitad su blog o sufrid la ira de Canalus el Devorador), es una leyenda viva. Esta precuela del "Top Ten" (un cruce entre Watchmen y "Canción triste de Hill Street") es de lo mejorcito que el que esto escribe ha leído últimamente.













La historia, aparentemente sencilla, trata acerca de superhéroes retirados (¿os suena?, calma) después de su participación en la segunda guerra mundial, y de cómo han de reaclimatarse a la vida civil. Algunos se meten a polis, otros a taxistas, y otros... bueno, no quieren dejar pasar los viejos tiempos con tanta facilidad. Como siempre, el punto fuerte de mr. Moore es definir personajes: aún siendo superhéroes, son más humanos que nadie. Dudan, sufren, se enamoran y, en definitiva, te acaban cayendo bien. Comprad, leedlo y gozad.




"Requiem, Chevalier Vampire": El segundo mejor guionista británico de todos los tiempos cabalga de nuevo. Me refiero, por supuesto, a Pat Mills, creador, entre otros, de "Sláine" y "Marshal Law". Esta vez, agrede a nuestras mentes acomodadas y bienpensantes con un BD (cómic en francés) acerca de Heinrich, un soldado nazi que muere en el frente ruso y resucita en un mundo paralelo en el que los vampiros son la casta dominante. Armaduras de cuero negro, lanzadores de estacas supersónicos y galeones volantes son sólo algunas de las maravillas neogóticas que el inmenso Olivier Ledroit retrata con su paleta de acrílicos. Naturalmente, no sólo es (muy) bonito en el apartado gráfico. El guión de Mills es tan negro, mordaz y crítico como cabría esperar de alguien que inventó el "Watergate Superheróico" para "Marshal Law".




Esto va para todos los que creen que ser gótico implica ser una nenaza llorica. ¡Honraremos el Código de las Tinieblas!


Y tercero y último... "Freddy vs. Jason vs. Ash" (!!!). Todos habíamos oído rumores de una secuela de la estupenda (¿qué?, a mí me gustó...) "Freddy vs. Jason", en la que Ash, protagonista de "Evil Dead" y héroe y modelo para toda una generación, hacía una aparición estelar, motosierra y escopeta en ristre. Pues bien, este proyecto se ha acabado realizando, pero ha ido directamente a cómic.

La historia tampoco es nada del otro mundo... se repite el esquema de la primera parte: Freddy manipula a Jason para que le consiga el Necronomicón, Ash llega a Crystal Lake para trabajar en la sucursal local de S-mart después de los destrozos que causó en la de Detroit (sí, Ashley J. Williams es de Detroit)... y bueno, escopetazos, machetazos, zarpazos y "ch-ch-ch... ah-ah-ah" para dar y tomar. Pero, hey, es Ash...




Y no, éste ni es el cartel de la peli ni es la portada del cómic. Pero la idea mola. Si sois incondicionales de los mata-mata de terror ochentero (y sé que lo sois) y de los héroes übersexuales que son capaces de hacer palidecer a John McClane en una competición de frases memorables, éste es el cómic del año. Sólo en inglés.

Bien, apartado de cómics resuelto. Ahora toca... ¡Relato!