Thursday, August 10, 2006

LA SEGUNDA VENIDA (1a parte)


-¿Eso es lo que creo que es? -pregunta Ferrer, con los anteojos de visión nocturna sobre la cara -¡Hostias, ya lo creo! ¡Durruti, pásame el espínquer!

Durante los últimos meses de la guerra, el lanzamisiles SPKNR ha adoptado ese nuevo nombre.

-¿Qué es, sargento? -pregunta Durruti, abriendo la bolsa de lona y sacando el enorme aparato.

-¿Qué es? Ya te diré yo lo que es -Ferrer coge el lanzamisiles y abre una recámara del diámetro de un antebrazo humano- Es un transporte de tropas "Stealth" aéreo.

Coge un misil y lo encaja en la recámara. Dos chasquidos, un crujido, y el arma está lista para escupir muerte a gran escala.

-¿Americano? -pregunta Durruti.

-Como las hamburguesas -contesta el sargento, y se echa el lanzamisiles al hombro.

A aproximadamente mil doscientos metros de altura, el piloto al mando del AAPC Stealth pulsa el botón de la luz roja. En la bodega, enormes aparatos de metal sintético, similares a proyectiles, cobran vida con un zumbido. Un brazo robótico se desacopla del techo y coge el primero de ellos con un movimientos económicos y zumbantes. La gran pinza metálica envuelve a la perfección el armazón del proyectil. Lo levanta y lo sitúa cuidadosamente sobre la compuerta de la bodega. Ésta comienza a abrirse lentamente, dejando ver la ciudad en ruinas que el AAPC sobrevuela en esos momentos. Un indicador en el panel de control empieza a pitar, iluminando el visor opaco del piloto con una enfermiza luz verde. El primer paquete está listo para ser entregado. El piloto pulsa el botón que abre la pinza robótica justo en el momento en el que un misil SPKNR aparece silbando frente a la cabina. Sólo tiene tiempo de pensar que han vuelto a subestimar a esos mejicanos de mierda (o lo que sean), antes de que la cabina estalle en una lluvia de fuego y metal negro.

-¡Toma ya! -exclama Ferrer, ante el espectáculo de ver al pájaro negro, americano como las hamburguesas, caer envuelto en llamas- ¡Le he dado! ¡Jódete, cabrón yanqui!

Mientras el sargento sigue el descenso del AAPC con el dedo anular, Durruti aparece en su línea de visión, con el entrecejo fruncido.

-¿No ha soltado algo, sargento? -pregunta.

-¿Algo?

-Sí, yo diría que ha dejado caer algo antes de estallar. Pero igual era sólo un efecto óptico.

Ferrer deja caer el SPNKR sobre el suelo inundado de cascotes ennegrecidos.

-¿Has visto algo o no? -inquiere, clavando su parda mirada, de frondoso ceño, en el cabo Durruti.

-Pues, hombre... No sé, es de noche, está oscuro...

-¡Espabila, coño! -Ferrer le da una colleja en la nuca rapada- Si ha soltado algo, podríamos estar en peligro. ¿Y si es una bomba H?

-Eh...

-Durruti, cojones, ¿has visto caer algo del avión, sí o no?

Lejos, a más de seis kilómetros de distancia, el AAPC se estrella y su motor a fusión fría deja escapar una nube de fuego con forma de champiñón. El suelo retumba y el sonido llega un par de segundos màs tarde, justo cuando Durruti dice:

-Sí, seguro que sí.

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