Saturday, September 16, 2006

LA SEGUNDA VENIDA (8a parte)

-¿Por qué se parecerá a Cristo?

-¿Mande? -Ferrer está demasiado ocupado escrutando el desolado entorno a través del punto de mira de su TH como para hacer mucho caso a Tárrega.

-El engendro ése -dice el soldado, resoplando por el esfuerzo de cargar con Sánchez-. Es igual que Cristo, ¿no?

-¿Importa mucho? -gruñe el sargento.

-Hombre, igual es la clave... Tendrá algún punto débil, digo yo.

Ferrer baja el arma y se vuelve hacia él.

-Mira, me la suda. Por lo que a mí respecta, está muerto. Y si no, como si lo estuviese, porque en cuanto lleguemos a la base, pienso pedir refuerzos y ametrallar toda la zona.

Dicho esto, siguen avanzando. Ferrer va en cabeza, asegurándose de que no haya nadie (como un clon de Jesucristo armado hasta los dientes) esperando para emboscarles. Cada cierta distancia, se para y apunta a todas partes con su TH, pero el ataque nunca llega. Tárrega le sigue de cerca, con Sánchez, ahora inconsciente, en la espalda. Sus piernas muertas han sido remendadas a toda prisa, pero siguen sangrando. El goteo pone muy nervioso a Tárrega, así que, más para ocupar la mente que por otra cosa, dice:

-Yo tengo una teoría.

-Eres pesadito, ¿eh? -refunfuña Ferrer, echando una rápida ojeada tras el esqueleto incendiado de un Seat-. ¿Sobre qué?

-Sobre el tipo. Sobre por qué se parece a Cristo.

-Venga, suéltalo -el sargento vuelve a su lado, poniendo el seguro al rifle y echándoselo al hombro-. Sé que te mueres de ganas.

-Bueno... una vez, oí que la CIA había trazado un plan para invadir Cuba. Iban a anunciar la segunda venida de Cristo por todo lo alto. Luego, tenían pensado proyectar una imagen hologràfica de Cristo en el mar, desde un submarino. Se suponía que todos los cubanos iban a ponerse a nadar para alcanzarle, y que los americanos iban a aprovechar para invadir la isla mientras todos estaban en el agua.

-Enhorabuena, Tárrega, chaval -Ferrer hace algo intermedio entre reír y ronronear como un gato de 95 kilos-. Eso es lo más estúpido que he oído en mi vida.

-La idea no fue mía, sargento. Fueron los yanquis.

-¿Y qué quieres decirme con todo esto? -mientras avanzan, Ferrer patea el cráneo pelado de un soldado, muerto meses antes. La calavera hace un sonido parecido a una carcajada seca antes de desaparecer rodando en las sombras.

-Que es todo parte de la estrategia -explica Tárrega. Sánchez gime en sueños, como dándole la razón-. Se supone que somos religiosos. Nunca se nos ocurriría dispararle a Cristo.

-Bueno, eso creen ellos. Yo ni siquiera estoy bautizado. Es màs, si fuese más agnóstico, empezaría a arder aquí mismo.

Entonces, Ferrer se queda paralizado.

El TH salta de su hombro y entra en modo de fuego automático.

Tárrega frena en seco.

-¿Qué pasa? -musita, con un hilo de voz.

Ferrer sisea. Tarrega guarda silencio.

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